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El Aragonés Errante by Bunbury

Un terremoto emocional endemoniado, un jaguar que
les observa desde la espesura de la selva. Una
cinta de seda alrededor de una bomba de
relojería a punto de estallar.

Una maniobra de nunca atracar, un perfume de
aromas orientales, un desayuno con tamales, un
accidente previsto en los planes, del artista
equilibrista, del aragonés errante, a
punto de traspiés.

Una lágrima como una perla, que vuelve al
mar, sea como sea. Suplicando por algún
tipo de relación digna de llamarse humana,
que lleve la pena y la quebrada en el bolsillo del
corazón.
Una de esas malas compañías,
factoría de melancolía, que no
vienen a ver si pueden, sino porque pueden vienen,
un indígena alienígena, que
solamente bebe justicia poética.

Una contienda contenida y loca, un beso en la
boca de la botella de Flor de Caña -Gran
Reserva-, sobre una mesa repleta de vasos
vacíos y limones exprimidos.

Una sed de ilusiones infinita, donde nacen y
mueren las acciones que brillan, en el tiempo que
contempla un mundo hecho a medida, no sólo
del que siembra, sino del que es semilla.